viernes, 17 de agosto de 2012

Suspiro
 Esta mañana me desperté al interior de mi cápside, bajo mi pequeño sauce muerto, al igual que los últimos días de mi vida, pero algo era diferente esta mañana, algo malo le ocurría a mi ojo izquierdo, gracias al cual no me sentía solo en este mundo muerto, no es que esté completamente vivo pero mi cuerpo aún no ha vuelto a la tierra por la cantidad de conservantes y otros químicos que aloja. Con mi ojo izquierdo podía ver a mis hermanos que ya se han podrido, ahora solo me queda mi ojo derecho con el que percibo la realidad, realidad que pareciera estar detenida, así que emergí de la tierra y al entrar en contacto con la fría atmósfera me encogí como un gusano, llovían hojas negras y el olor del azufre llenaba mis pupilas, no sabia donde dirigirme, estaba perdido y desconsolado; comí algo de tierra y me volité a mirar la luna, se veía tan plateada que me dieron ganas de beberla, recordé que también era sabia por lo que pensé pedirle consejo, así que me dirigí a los árboles más altos que conocía, los pinos gemelos, que en un abrazo infinito se enrollaron hasta cielo nocturno, me arrastré hasta las copas, me rasgué la carne de los brazos, cuando estuve frente a ella toqué sus ojos, los cuales estallaron en liquido plateado, la disonancia de sus sangre esparcida y su sonrisa de roca me causaron gran temor, por lo que la luna me absorbió.
 Dios observaba el pequeño mundo, mundo que lo condenaba a tanto sufrimiento, -¿porqué me crearon?- se preguntaban, los fuertes y frecuentes deseos de los humanos por trascender y ser más que solo materia resultaron en su dios, un dios castigador y cruel, que entregaba amor de forma condicional, realmente él no deseaba ser así, pero no era libre, el temor a la muerte y a ser superiores de los humanos eran más fuertes, nunca ninguno de ellos se preguntó que era lo que realmente dios deseaba -Los humanos son egoístas- pensó. Le amaban por interés, interés a no ser castigados y a la gloria eterna, de esta forma se convirtió en prisionero del fin de los tiempos, pero aun vivía uno de ellos, y ya cansado de su existencia cerró permanentemente su ojo izquierdo esperando un inminente suicidio y le suplicó a la tierra misericordia para que absorbiera su cuerpo,  pero en ese instante se dio cuenta que eran la misma persona, entró a la luna y comprendió a dios y dios era el, así que nuevamente hizo lo mismo, le arrebató los ojos a la luna, besó su sonrisa y fue absorbido por ella, convirtiéndose en algo más amplio, un reservorio de todas las cosas, una gran esfera que lo contenía todo, un ovulo en una trompa de falopio, que pacientemente esperó al espermatozoide que la fecundara, selló su membrana y se suicido; así fue más de todo lo que debió ser, un pensamiento oscilando entre impulsos nerviosos.